El compromiso de Habermas

No todos los filósofos viven al margen del presente. Jürgen Habermas, ganador del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, ejemplifica una vida y una obra dedicadas a la lucha social y al compromiso político frente a las situaciones que le ha tocado vivir. Recientemente, el alemán ha alzado su voz crítica contra las intervenciones en Irak.

Hace al menos ya tres décadas que Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929) se ganó a pulso la difícil categoría de clásico contemporáneo. Desde sus primeros escritos hacía gala de una más que sorprendente dosis de originalidad y espíritu crítico. De su etapa inicial, Historia y crítica de la opinión pública (1962) permanece aún después de cuarenta años como una referencia ineludible para todo aquel – ya sea sociólogo, politólogo, historiador de las ideas o teórico de la comunicación – que pretenda abordar las transformaciones experimentadas por la esfera pública desde la época de la Ilustración hasta nuestros días. Pocos años más tarde, la publicación en 1968 de Conocimiento e interés supuso para su autor una proyección internacional completamente desconocida entre los filósofos alemanes de su generación. Pero fue con la aparición, en 1981, de su obra cumbre, La teoría de la acción comunicativa, cuando su pensamiento alcanzó un reconocimiento generalizado en el mundo académico. Los dos gruesos volúmenes de esta obra representan, sin duda, el esfuerzo intelectual más original y coherente de elaborar una filosofía situada a la altura del espíritu postmetafísico que de modo casi inexorable caracteriza nuestro tiempo. Otras aportaciones suyas, tales como la teoría de la esfera pública o la ética discursiva, marcan también hitos fundamentales en la teoría social y en la rehabilitación de la filosofía práctica contemporánea.

El filósofo del pueblo

Este filósofo y teórico social de conocimientos realmente enciclopédicos no es, sin embargo, un pensador encerrado entre las cuatro paredes de su biblioteca. Además de no haberse preocupado nunca por respetar los límites tradicionales que separan las diversas disciplinas académicas, tal como dan cuenta sus prolíficos textos, siempre ha considerado que su primer deber era expresar pública y comprometidamente sus puntos de vista. Ha asumido con todas las consecuencias que la tarea ineludible de todo intelectual es “hacer uso público de la razón”, mostrando así una enorme coherencia con su búsqueda teórica de un espacio público de deliberación racional. Su concepción de la política como una práctica deliberativa ha encontrado una considerable resonancia pública y ha influido significativamente en el discurso político de las sociedades democráticas contemporáneas.

La enorme y continuada productividad que Habermas ha mantenido desde mediados del siglo pasado hasta nuestros mismos días, la variedad de sus intereses teóricos y la intensidad de su compromiso ciudadano le han convertido en un intelectual imprescindible en la vida pública alemana, un intelectual del que siempre se aguarda su opinión con enorme expectación. Siguen siendo celebradas sus participaciones en las asambleas estudiantiles de los años sesenta, sus intervenciones en favor del movimiento pacifista alemán a principios de los ochenta o su valiente enfrentamiento poco años después contra quienes pretendían revisar el pasado alemán durante la famosa “disputa de los historiadores”, por no señalar sus recientes pronunciamientos en el debate sobre la ingeniería genética o sus posiciones críticas acerca de la última intervención bélica contra Irak.
Su influencia intelectual no se ha detenido, sin embargo, en las fronteras alemanas, sino que las ha desbordado ampliamente hasta lograr, como antes se ha apuntado, una inmensa influencia internacional. Además de ser uno de los autores más citados en el ámbito de las ciencias humanas y sociales y de haber generado más de dos mil trabajos monográficos sobre su obra, sus propios libros han sido traducidos hasta el momento a más de veinte idiomas. En particular, en España, la recepción ha sido y sigue siendo sumamente amplia. Entre sus repetidas estancias en España, cabe recordar que ha sido el único filósofo – ya sea nacional o extranjero – que ha intervenido en el Congreso de los Diputados, en donde fue invitado a pronunciar, en 1984, una conferencia sobre “La crisis del Estado de bienestar”. Sus numerosísimas publicaciones han sido vertidas al castellano – y a otras lenguas españolas, en especial, al catalán – de una manera prácticamente exhaustiva. Los simposios, seminarios y publicaciones dedicados al estudio de su obra han proliferado en los ámbitos académicos de nuestro país. En este sentido, la reciente concesión del prestigioso Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales no es más que el reconocimiento público de la notable influencia que Habermas ha ejercido en la vida intelectual y en la configuración del lenguaje político de la España democrática.

Una obra a la razón práctica

El conjunto de la obra de Habermas está animado por el objetivo de “desarrollar la idea de una teoría de la sociedad con intención práctica”, afán al que se ha dedicado con infatigable tesón. Este propósito constituye el hilo conductor básico que permite seguir la evolución y las múltiples ramificaciones de su pensamiento. Este programa enlaza con el legado de la Ilustración y, como él nunca trata de ocultar, con la tradición intelectual del marxismo occidental y, en particular, con la crítica ideológica desplegada por la Escuela de Fráncfort. Con todo, su marco teórico de la concepción de la racionalidad práctica es deudor de múltiples tradiciones y disciplinas, que, a pesar de su dispar procedencia, nuestro autor sabe encajar como si fueran piezas de un único rompecabezas. Ha logrado así reacuñar el concepto tradicional de racionalidad práctica como razón comunicativa, como razón ya inscrita en el propio proceso cotidiano de la comunicación lingüística. Esta identificación de la acción comunicativa, en general, y del hablar discursivo público, en particular, como el lugar de la razón quizás constituya el rasgo más característico de la enorme aportación habermasiana a la filosofía y la teoría social de nuestro tiempo.

Habermas ha aplicado su concepción discursiva de la racionalidad al ámbito de la moral, del derecho y de la política. En Conciencia moral y acción comunicativa (1983) y Facticidad y validez (1992) se da pormenorizada cuenta de estos desarrollos. En resumen, en estos escritos Habermas mantiene que las normas por las que nos regimos en estas diversas esferas de acción son justas, esto es, racionalmente aceptables, no sólo si satisfacen los intereses de todos los que pudieran verse afectados por ellas, tal como dirían las concepciones tradicionales de la justicia, sino si además dichos sujetos libre y explícitamente lo acuerdan así tras mantener deliberaciones en las condiciones más próximas posibles a la simetría. De esta manera, Habermas muestra además que la moral autónoma y el moderno derecho positivo se complementan, que los derechos humanos y la soberanía popular se presuponen mutuamente y que el modo óptimo de armonizar lo mejor de los modelos liberal y republicano es proponer una democracia deliberativa.

Published 25 July 2003
Original in Spanish

Contributed by Lateral © Lateral Eurozine

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